Alejandro E. Salazar Peñaloza (*)

                Como la novela de Gabriel García Márquez, con una trama de suspenso y un final trágico, el asesinato de José Luis Cabezas movilizó los medios de comunicación de aquel enero de 1997. Si hacemos un poco de memoria podemos recordar aquellos años del menemismo que contextualizan al hecho. La muerte del reportero gráfico puso en jaque un entramado de poder que se conocía pero que sabía ocultarse de los medios.

                La vida de José Luis era una vida de mucho sacrificio y de mucho trabajo, su profesión era clave en aquellos años donde las revistas ocupaban un espacio importante en la lectura de los argentinos, su profesión de fotógrafo permitía poner imagen a una prosa escrita con intencionalidad ya sea política, de humor o de farándula.

                Todo comenzó con una declaración del entonces ministro de economía de Argentina, Domingo Cavallo, quien acusó a Alfredo Yabrán de líder de una mafia que controlaba una serie de mercados.

Aquellos dichos fueron el punta pie inicial para que diversos medios gráficos buscaran la imagen desconocida de aquel misterioso personaje. Se sabe por declaraciones hechas por el mismo Yabrán, que una foto era como una bala que se le disparaba directo en la frente Estos dichos ponen en evidencia la importancia del anonimato de algunos personajes que se mueven con algún tipo de impunidad en aquel momento. El fotógrafo enviado por la Revista Noticias, salió a buscar ese rostro, se sabe que con algunos contactos el empresario postal vacacionaba en la ciudad de Pinamar. La foto ansiada fue tomada en febrero de 1996, allí se lo ve a Yabrán junto a su esposa caminando a la orilla de la playa.

Las consecuencias no se dejaron esperar: durante un año las amenazas eran una constante para el reportero gráfico y su familia. Este acoso se volvió insoportable.

La cuestión política envolvía todo, las luchas que llevaba adelante Yabrán contra todo tipo de acusaciones, de ser un personaje oculto se convirtió en una de las figuras más visibles de la Argentina.

Un año después, el periodista gráfico y su colega volvieron a Pinamar, el trabajo era el mismo de siempre: seguir a las figuras más conocidas en plena temporada. Pero esta vez las cosas darían un cambio rotundo.

El 25 de enero de 1997, las personalidades más importantes habían sido invitadas a la fiesta del empresario Oscar Andreani, y José Luis había sido invitado, aprovechando las circunstancias para hacerse un buen material para la revista. Hasta ese momento nadie imaginaba lo que iba a suceder. Al finalizar la fiesta Cabezas salió en su auto rumbo a su casa, pero sin saberlo (tal vez) fue seguido por dos automóviles. Al llegar a su casa alrededor de las 5:00 de la madrugada, al bajar fue golpeado y llevado a la fuerza, en su auto Ford Fiesta. De allí los autos buscaron un descampado, lo hicieron bajar, y lo ejecutaron con dos tiros en la cabeza. Después lo esposaron y lo colocaron nuevamente en el auto, que fue rociado con combustible y quemado.

A partir de este momento, la intervención de la policía y la justicia comenzó un largo proceso que en gran parte fue manipulado por los intereses que venían en la política. La gravedad del hecho está relacionada a la libertad de prensa, muchos en aquel momento remitían su memoria a los oscuros momentos de la Dictadura Militar. Todos los periodistas de la Argentina y de Latinoamérica se solidarizaron con el caso, más allá se sus diferencias editoriales, esto superaba cualquier ideología.

Como dije anteriormente el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, se metió directamente y hasta el presidente de la nación. Entre identikits falsos, testigos plantados, algunos médiums y la repercusión de los medios de comunicación, en vez de esclarecerse se complicaba aún más.

La gente y los medios instalaron la famosa frase “No se olviden de Cabezas”, este fue un grito de esclarecimiento que comenzó a incomodar a la Justicia. Pero pronto la verdad comenzaría a aparecer, a través de un testigo los autores materiales fueron identificados: Héctor Retana y Luis Auge de la banda de los Horneros habían sido los ejecutores directos y la mente intelectual Gustavo Prellezo un oficial de la policía bonaerense que tenía una estrecha vinculación con Gregorio Ríos que era el jefe de la custodia de Yabrán.

Al igual que Santiago Nasar, José Luis Cabezas, el destino estaba escrito, tal vez era inevitable, todo conspiró contra ellos; sin embargo esta vez la “fatalidad hizo visible” una trama oscura que se movía libremente en el inconsciente de una sociedad. Esta vez todo se conoció.

Un verano más que la fatalidad marcó a la Argentina, donde los medios de comunicación además de ser parte de informar y entretener se convirtieron en protagonistas claves.

 

                   

                  (*) Prof. Titular- Cátedra Antropología- Dpto. Historia- FFHA-UNSJ

 

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