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Están a las corridas, por los pasillos de las terapias intensivas, en las urgencias, en los centros de diálisis. Médicos y enfermeros vienen batallando contra el coronavirus desde el año pasado. Si bien los avances científicos han permitido conocer más sobre este virus, hay mucho desconocimiento aún y la lucha es también contra la incertidumbre. El personal de salud contó en primera persona cómo cambió su rutina desde que la pandemia irrumpió en sus vidas, los inicios y la discriminación del afuera, el estrés y la contención psicológica a la que deben recurrir ante una epidemia que será descripta en las páginas de los libros y medios de comunicación del futuro como una bisagra que le cambió la vida a la humanidad.
La Clínica El Castaño alojó al segundo paciente con coronavirus de la provincia. Desde aquel momento, en donde se contaban los positivos con una sola mano, a esta realidad en la que hay que hacer malabares para responder ante la demanda de camas críticas, ha pasado una ola de esta pandemia y está a pleno la segunda. El doctor Walter Stoermann es el presidente del directorio de la clínica y Alfredo Piriz coordina la unidad de Terapia Intensiva. Para ambos esta epidemia implicó diagramar y asistir, correr y contener, armar logísticas que permitieran darles un lugar a quienes necesitan una cama y los cuidados necesarios.
En el inicio de la pandemia los médicos atravesaron momentos complicados. Tuvieron que lidiar con la discriminación. Piriz está casado con una médica y nadie quería jugar con sus hijos cuando el coronavirus empezó a ocupar las páginas de los medios locales. Poco a poco, la realidad fue cambiando y ahora hay gratitud. Recordó esos primeros momentos en los que los médicos hacían mil cálculos, que dejaban sus ropas en el ingreso a su casa.
En la diaria, se contabilizan las camas de terapia del área Covid y las normales. Se analiza con detenimiento si los pacientes de Terapia han mejorado, si están las condiciones para trasladarlos a la sala común de coronavirus para hacerle lugar a la demanda que va llegando. Si algo ha marcado a fuego a los médicos en esta nueva ola es la juventud de los pacientes. Hay muchas personas con menos de 40 años que requieren cuidados intensivos, algunos llegan en tal estado que deben ser intubados en Urgencias.
Hay tres tipos de pacientes, contó Piriz. Están aquellos pacientes que no pueden ni siquiera recibir visitas porque toda su familia está contagiada; están aquellos que reciben la contención de su gente y están los negadores, explicó. Cuesta creer que a un año y medio del inicio de la pandemia aún haya gente que hasta cae internada y descree de la enfermedad que se ha llevado de 3.500.000 personas.
El doctor Stoermann dijo que una parte importante de la contención es asistir a quienes serán intubados o quienes están en grave estado. En El Castaño armaron un mecanismo para que puedan despedirse de sus seres queridos.
Lo más difícil es ver que los pacientes que ingresan a internación son cada vez más jóvenes y también que los pacientes Covid están lúcidos hasta el último momento, Piriz.
Mientras ambos médicos hablan con Tiempo de San Juan, llegan mensajes a sus teléfonos. Piriz le informa a Stoermann que están recibiendo a un paciente de 23 años con coronavirus que necesita sí o sí una cama.
Los dos profesionales rescataron la importancia de la contención al personal. Es que tanto médicos como enfermeros, kinesiólogos, psicólogos y quienes se encargan de la limpieza viven en un estrés permanente. Durante el verano, cuando bajó el número de casos, se le dio vacaciones al personal para que pudiera despejarse un poco ante un panorama de tanta muerte y estrés permanente porque nadie es inmune.
¿Los que mueren podrían haber vivido más si no hubieran contraído el virus? Los dos médicos coincidieron en su respuesta: sí. Es que muchos de los pacientes estaban en buen estado general y el virus terminó con sus vidas antes de tiempo.
Cecilia Godoy es médica en el hospital Aldo Cantoni, de Pocito. Ella es quien mantiene el primer contacto con quienes se enteran de que se contagiaron de coronavirus. En un principio estuvo en el internado Covid y ahora está en los centros de salud periféricos. Hay mucho sufrimiento emocional tanto en el personal como en los pacientes que contraen el virus, explicó.
La profesional contó cómo es ese primer momento en el que los pacientes se enteran que son positivos. Es un momento angustiante, piensan en su trabajo, en sus familias. Desde el equipo de Salud se les tiene que dar un acompañamiento, pero hay otra realidad, en la población de adultos jóvenes se les hace muy difícil porque no saben qué van a comer, cómo va a vivir su familia sin trabajar. Esto le agrega otra angustia al paciente, indicó.
Para Cecilia el aislamiento ha sido una buena medida, que les permitió sentirse menos impotentes ya que permitió que la gente no se enferme de golpe. De esta segunda ola, a Cecilia le llama la atención la juventud de los infectados.
Las historias que más me conmueven son las historias de vida de aquellas familias a las que les resulta muy difícil decirles que se queden en aislamiento. Te dicen que no van a poder comer, la gente que sufrió el terremoto y las lluvias te dice que no va a poder. Esto forma parte de una pobreza estructural a la que no hay que acostumbrarse
En el Centro de Diálisis de la Clínica de La Ciudad, el enfermero Fabio Cortez aseguró que el riesgo latente de que los pacientes de diálisis contraigan coronavirus genera un estrés constante. Se siguen protocolos estrictos, ante cualquier síntoma de un paciente, se lo deriva a otro turno. Se armaron burbujas especiales para que no se mezclen los pacientes, los profesionales, indicó.
Son 164 los pacientes dializados que se tratan en la clínica. Hay muchos enfermeros y médicos que trabajan en más de un lugar. Es en estos casos donde se nota más el estrés al estar en contacto con tanta incertidumbre.
En los centros de diálisis los pacientes pudieron acceder a la vacuna, no todos la quisieron. Justamente uno de los pacientes que no aceptó vacunarse hoy está luchando por su vida.
En San Juan hay 190 respiradores, contando los últimos 25 que llegaron a la provincia. Cuando el respirador está en funcionamiento, se pueden ver rayas que ascienden y descienden. Esta pequeña máquina es un engranaje más, pero simplemente un engranaje que la hacen funcionar todos los que están poniéndole el cuerpo a esta batalla en la que los únicos imprescindibles son los humanos y la humanidad.