Cuando Dios nuestro Padre Celestial creó todo lo que existe, también creó a los ángeles y luego nos creó a nosotros la raza humana, y de todos los dones que nos dio el más preciado y el mas terrible para nosotros fue el ser libres, libres de Él mismo.
Por eso si nos preguntamos en qué consiste ser libres, deberíamos decir que Dios nos dejó la facultad de decidir qué o qué no quiero llegar a ser. Mas allá de las presiones culturales o las advertencias religiosas, íntimamente el ser decide en su corazón esencialmente qué hacer con su vida. A quién amar, a quién odiar.
Esta libertad se da en un tiempo y en un lugar cuyos límites son los que impone este mundo y el tiempo de gracia que Dios nos ha concedido, y que tal vez se limiten para nosotros al tiempo de vida terrenal, al tiempo de vida en este mundo, en esta carne hasta el día de nuestra muerte, y del paso a la vida netamente espiritual.
Y la decisión, hablando en criollo, se traduce a dos extremos: el bien o el mal. Después del pecado original “Dios dijo: El hombre ha llegado a ser como uno de nosotros en el conocimiento del bien y del mal”. (Gn. 3,20) Expresando que libremente el hombre puede amar u odiar, dar vida o matar, pero fundamentalmente el camino del bien lo lleva a Dios, y el mal lo convierte progresivamente en un enemigo de Dios, destinado por su propia elección a auto-excluirse de todo bien.
Aún encerrado en una celda, privado de su libertad física, un alma decide incuestionablemente su destino…puede llegar a ser un Santo o un demonio, según lo decida. Puede llegar a amar incluso a los que lo oprimen y persiguen o puede odiar tanto como para matar y destrozar todo lo que lo rodea.
¿Que tiene que ver Dios con esto? Dios espera esa decisión ayudando y amando sin influir o manipular u obligar a hacer el bien. Porque Dios es el sumo bien, y todo el que lo elige, lo elige a El libremente. Nadie puede ser obligado a amar. El amor, como la Religión, debe ser un acto libre…
Este es el drama que precipitará definitivamente al diablo y a muchos ángeles, hombres y mujeres que lo siguieron al infierno, este es el drama que provoca la evolución del pecado en nosotros, y el alejamiento progresivo de Dios, fuente de todo bien.
Para decirlo más claro: Dios nos permite elegir el Cielo con El, o el infierno con los demonios, y a los arrepentidos, el perdón gracias al sacrificio de Ntro. Señor Jesucristo, y aún el purgatorio para las almas que no alcanzan la pureza necesaria para volver a amar a Dios y al prójimo, y recibir la gracia de la santidad, ese nuevo estado requerido para vivir en su Reino.
Pido perdón por esta teología tan mal elaborada, pero explicar esto sencillamente es difícil.
Esto también quiere ser un principio de respuesta cuando nos preguntamos ¿por qué Dios no hace algo?…y la respuesta es que Dios ya hizo y hace: “Sí, Dios amó tanto al mundo que entregó a su único Hijo para que todo aquel que cree en El no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por El. El que cree en El no es condenado, el que no cree, ya está condenado porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn. 3,16-19)
Pero basta creer? Jesús sigue diciendo: “En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombre prefirieron las tinieblas a la luz”. Esta es la decisión que cada persona debe tomar, volver a la luz, o seguir avanzando hacia las tinieblas.
J.R. Millán