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No son muchos los que conocen el nombre del gaucho sanjuanino Pedro Pablo Selán. A diferencia de otros ídolos populares, como el gauchito Gil o el gaucho José Dolores, este no tiene un templo edificado, ni una calle que lleve su nombre; ni miles de seguidores y “filiales” como si fuera un grande del fútbol argentino. Lejos de eso, la comunidad del gauchito Selán más bien parecería a la de un club del acenso con los huaqueños como abanderados de la devoción.

Como muchos santos populares tuvo una muerte trágica y en torno a su deceso circulan dos versiones: la oficial que lo posiciona como un bandido peligroso para la sociedad, y la del pueblo que lo revindica por ser una víctima del poder terrateniente de ese entonces.

Hace muchísimos años le atribuyen una suerte de don milagroso y le piden que intercepte por ellos ante Dios. Cada tanto algún anónimo se acerca a limpiarle la tumba, a dejarle un atado de puchos, o una caja de vino, y lo acompaña un rato entre las cruces y lapidas del cementerio de Huaco. La iglesia católica lo tiene dentro de la lista de rechazados, pero para muchos “el gauchito es un alma que te cuida de los peligros del campo y te protege en los momentos más difíciles de la vida”, como cuenta el relato popular.

Según el Registro Civil de Jáchal, Selán nació el 24 de enero de 1892 y era hijo de una lavandera llamada Ramona Selán de 19 años que vivía en Mogna. Dicen también que era descendiente de uno de los primeros habitantes de Mogna, registrado en 1777. Su apellido aparece también escrito como Zelán, Celán y Selán, según las investigaciones del sociólogo jachallero José Casas. En el pueblo donde yacen sus restos dicen que el gaucho era un alma libre que vivía de travesía entre los campos de Huaco y Mogna. Cuentan que era generoso, muy querido, y que nunca fue rechazado al momento de arrimarse en busca de un rancho. Aunque para otros era un “vago” que vivía robando el ganado y andaba en mala juntas.

El relato oficial dice que Selán era un cuatrero que había intentado venderle caballos robados al comisario del pueblo: un tal Agustín Dojorti, perteneciente a una poderosa familia terrateniente de ese entonces y también tío de quien se convertiría en el célebre poeta Buenaventura Luna. El expediente judicial indica que luego de esa extraña propuesta se armó una partida policial para capturar al gaucho, pero que este se resistió y fue abatido por cuatro hombres armados. Los hombres de ley que fueron por el supuesto transgresor eran Miguel Olivares, Simeón Sánchez, el agente Pablo Ahumada y el comisario Agustín Dojorti. Este último señaló que “Selán tenía pésimos antecedentes como cuatrero, era un gaucho vago y mal entretenido”, según el informe judicial.

Era un 21 de febrero de 1922 cuando partieron a caballo los hombres de Dojorti a la finca de una mujer conocida como doña Luisa en el Bajo de Huaco. Ahí se decía que estaba Pedro Selán descansando porque estaba enfermo. En esa morada salió a atenderlos la niña de la casa, una tal Eudosia, hija de doña Luisa. Y también estaban presentes otras mujeres, y los hijos de la dueña de casa, Hipólito Olivares y Eusebio Olivares.

El mismo comisario contó que dio la voz de alto y pidió que el gaucho se entregara, pero que este retrucó y contestó: “A mí nadie me toma preso. Solo he venido y solo me he de ir ¡Mierda que me van a desarmar!”, mientras sacaba su facón y una Smith & Wesson calibre 38.
En ese momento se habría desatado un conflicto, pero al parecer Dojorti fue más rápido de reflejos y le dio muerte a Selán que cayó boca abajo, según indica la investigación del sociólogo José Casas que accedió a datos del Registro Civil y del Poder Judicial.

La otra versión cuenta que el gaucho había estado tomando mates debajo de una ramada, que se quedó dormido y fue abatido sin mediar palabra de por medio. Que le dieron tres tiros e intentó escapar en su caballo, pero murió allí. “Lo mató la cana injustamente”, dicen en el pueblo señalando la persecución que se dio entorno a Selán que era señalado como cuatrero sin justificación alguna. Según esa versión el gaucho era perseguido y decían que “se la tenían junada”.  

Hasta la fecha para muchos resulta poco creíble que un ladrón de ganado se acercara hasta el comisario del pueblo para ofrecerle un negocio ilegal. Y de igual medida, les parece sospechoso el relato que dio Dojorti que buscó cubrirse con el testimonio de los miembros de la propia partida policial.

Un poco de historia

Entre 1880 y 1900 se produjo la etapa del genocidio constituyente de un nuevo Estado-nación. Una vez finalizadas las guerras civiles y organizado el país bajo el mando de Buenos Aires, se produjo la guerra contra indígenas y gauchos “vagos y mal entretenidos”, considerados la base de la barbarie, según el pensamiento moderno de ese entonces. El gaucho era un atraso para el modelo capitalista imperante basado en el agro, porque era “rebelde” y se requería de peones mansos que vendieran su fuerza de trabajo a un patrón.

Ese proceso tarde o temprano llegó a todo el territorio nacional y “en Jáchal esto fue más lento, pero hacia 1920 se había consolidado el desarrollo capitalista agrícola en la provincia de San Juan. Jáchal estaba sufriendo la conmoción profunda del cambio de modelo productivo, cuando la economía pastoril ganadera y de cultivos extensivos estaba llegando a su fin y la clase terrateniente iba perdiendo poder económico, social y político. No había una nueva actividad central que la sustituyese: la actividad molinera pasó a ser la más importante durante un tiempo, pero estaba condenada de antemano a desaparecer”, (José Casas, Tesis de doctorado, 2015).

Entonces, los terratenientes de Jáchal como los Dojorti estaban en declinación económica, perdiendo paulatinamente su riqueza y sus tierras, aunque conservaban un poder simbólico. En este contexto es posible que el gaucho Selán fuera perseguido y estigmatizado como otros tantos gauchos famosos que fueron revindicados por el pueblo y convertidos en santos.

Hoy en la tumba del gauchito crece chayar y la gente se acerca a rezarle y dejarle ofrendas. En cambio, el comisario que le dio muerte y contó  la versión “oficial” fue olvidado y su apellido solo trascendió gracias a su sobrino Eusebio Jesús Dojorti, conocido en el mundo como Buenaventura Luna.

Fuentes consultadas: 
-Estructura social y concepción del mundo de clases subalternas, producción material y simbólica del mundo en dos pueblos rurales de Jáchal, provincia de San Juan: creencias sobrenaturales, memoria e identidad popular (José Nicanor Casas, 2015). 
– “Tata” Díaz, historiador de Huaco. 
– Testimonios de pobladores.

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Fuente: https://www.tiempodesanjuan.com

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