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En el especial de diversidad que el lunes pasado presentó la historia de Christian, un chico trans que vive en San Juan y que -por primera vez- se animó a contar su experiencia y a mostrar cómo vive, qué siente y a qué aspira un varón transgénero, luego de atravesar una lucha interna y externa, con un mundo teñido de discriminación. En esta segunda parte, el protagonista revela sus intimidades y, lejos de cualquier tabú, imprime la naturalidad con la que estos temas deberían tratarse.
A los 16 años, Christian se operó y se quitó las glándulas mamarias con las que había nacido. Previamente había comenzado con el proceso de hormonización. Al cabo de dos años y después de esa metamorfosis que logró, hoy se mira al espejo y el reflejo que le devuelve le resulta satisfactorio, diferente a lo que alguna vez fue. La incomodidad consigo mismo y ese pesar, para su felicidad, quedaron atrás.
Es que en los primeros años de su adolescencia, cuando comenzó a entender que él era una persona transgénero, convivir con su cuerpo y con los cambios que sobre él se presentaban fue una difícil tarea para el protagonista, que en más de una ocasión le representó un verdadero sufrimiento, no sólo psicológico sino también físico.
Recuerda que estuvo cerca de tener problemas con la postura de su espalda e incluso podría haber complicado su respiración, tal y como le suele suceder a aquellos varones trans que pretenden ocultar los pechos con vendas que no están preparadas para ello y que generan un perjuicio importante en el sistema respiratorio. Al parecer, sentirse atrapado en el cuerpo de otra persona es una razón que no permite discernir demasiado las cosas y por ello las consecuencias no se miden de igual modo.
Después de la metamorfosis que le cambió la vida, admite que no le molesta ver fotos suyas de cuando su aspecto era femenino. Si bien no se reconoce en esas imágenes, de una forma simbólica, asegura que las acepta porque son parte de su vida y, de no ser por aquellos momentos que debió afrontar, no sería la persona que hoy es.
“No puedo hacer una disociación de mí mismo, soy esa misma persona, más allá de que en la apariencia no me vea reflejado. Si bien empecé a existir como Christian a los 15 años, no es que antes no existí, antes tuve una infancia y una niñez que me hicieron ser lo que hoy soy”, expresa.
Entre sus preferencias sexuales, Christian cuenta que se siente atraído por las mujeres desde que tiene uso de razón. Incluso, confiesa que ese gusto lo tuvo, al principio, más claro que su propia lucha interna. Recuerda que a su mamá le dijo primero que le gustaban las chicas y después le reconoció que era transgénero.
Respecto al despertar sexual, el joven de 18 años detalla que en sus primeros años de adolescencia fue fácil la exploración, pero que luego el escenario se complicó frente a los cambios físicos a los que se sometió.
“Cuando empecé con la transición fue complicado. Tenía problemas conmigo mismo, me incomodaba mi cuerpo, entonces estar con un otro también era complicado”, sostiene.
Después de la mastectomía, el cuadro no se modificó demasiado y los fantasmas con su propio cuerpo continuaron. “Creo que directamente no busqué relacionarme con nadie. Preferí darme tiempo a mí mismo, para aceptarme y quedarme tranquilo conmigo”, agrega.
Todo ese calvario terminó hasta que logró la aceptación y, finalmente, pudo sentir satisfacción de lo que era. Así, vincularse sexualmente con otras personas fue una realidad para él.
Aunque gran parte del proceso de cambio haya quedado en el pasado, Christian explica que aún así cada vez que pretende entablar una relación que va más allá de una amistad, siente la necesidad de tener que aclarar que es un chico trans. Con este acto de honestidad, le da la oportunidad a la otra persona de poder elegir y decidir si realmente quiere estar con él.
En su cuerpo quedaron marcas de lo que vivió, pero no sólo eso es obra del azar sino también de su propia elección, ya que a las cicatrices (casi imperceptibles) le sumó un tatuaje con un profundo significado. La figura de un hombre en movimiento de lucha, con una espada y una fecha especial son parte de él.
“Es el día de la operación, del antes y el después que significa en mi vida”, dice.
Pequeña comunidad trans en San Juan
Aunque son pocos están unidos. Christian cuenta que un grupo de varones trans se reúnen a diario a compartir sus experiencias y ya son casi todos amigos. Se conocieron gracias a la tesis de una universitaria que necesitó de sus voces para exponer el tema y, a partir de entonces, conforman una pequeña comunidad. “Nos habíamos visto en otras ocasiones, pero no sabíamos que éramos trans”, detalla.
Después de compartir con los suyos, Christian reconoce que “el desamparo desaparece”. “Se siente que hay alguien igual que vos, que te entiende y que, pase lo que pase, va a estar”, expresa.