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Aunque para el mundo nació hace 18 años, Christian Valentín apenas tiene dos años de vida. Es que recién hace 730 días que vive como quiere y como siente. Hace 17.520 horas que es realmente feliz, después de haber atravesado un constante desencuentro consigo mismo. Él es un chico trans sanjuanino que sale a dar la cara por tantos otros y que se anima a contar su historia, una de esas que son dignas de descubrir y, quién sabe, tal vez nos cambien la perspectiva.
El domingo se cumplieron 9 años de la Ley de Identidad de Género, ese marco legislativo que le dio la posibilidad al protagonista de la nota de ser quien es hoy. En ese contexto, en el que también se sufre discriminación y personas como Tehuel De la Torre desaparecen bajo la sospecha de transfobia, Christian convive y sobrevive a diario. Quizás su experiencia resultó, para su fortuna, más edulcorada que la de otros pibes y pibas que fueron echados de sus casas y obligados a trabajar de lo que sea, incluso de la prostitución. Sin embargo, reconoce que ha sido blanco del rechazo y por eso se ilusiona con que algún día las mentes cambien.
Cuando llegó a este mundo lo hizo con el cuerpo equivocado. Tenía el aspecto físico de una mujer, pero por dentro su sensación era otra. Y aunque el espejo le devolviera una imagen femenina, él se autopercibía como un varón. De niño, su deseo era estar con otros varones y de jugar a lo que ellos jugaban. Su inocencia todavía no le permitía darse cuenta lo que en la pubertad comenzaría a cuestionarse.
Con 12 años, en plena pubertad, inició su conflicto interno que terminó tres años más tarde, a sus 15, cuando aceptó lo que era. «En ese momento dije ‘soy trans'», recuerda. A partir de ello, una nueva vida comenzó a gestarse. Al principio, fue una confusión. Su mamá, que debió superar el shock de la compleja situación, lo acompañó en su proceso. «Tenía miedo por la desinformación que hay sobre el tema. Qué podrían decir de mi, si el tratamiento con hormonas me podía hacer mal. Muchas inquietudes que se fueron respondieron», cuenta.
Por la cultura en la que estamos sumergidos, Christian, reconoce entre risas que tuvo que salir dos veces del clóset. Primero tuvo que aceptar que se sentía atraído por las mujeres y, finalmente, admitió que no solamente era una cuestión de gusto sino que su deseo era el de ser un chico.
A los 16 años, en consecuencia, obtuvo su DNI y fue concebido por la ley como un varón. Se operó, se sometió a la mastectomía (se quitó las glándulas mamarias) y volvió a nacer.
Aunque en pocas palabras, el camino pareciera sencillo, muy por el contrario, a Christina le resultó complicado. En el medio de su transición debió cambiarse de escuela, porque el colegio religioso al que asistía le hacían sentir su diferencia. Allí, según detalla, lo discriminaban todo el tiempo y no respetaban su necesidad de ser tratado como un varón. «Tenía problemas con el uniforme porque no usaba pollera y me obligaba a estar con chicas cuando no quería. Fue duro», relata.
Cuando cambió de institución educativa, la historia cambió. No sólo sus compañeros sino también el personal docente lo aceptó tal cual era, sin juzgarlo.
«Fui a la Normal, a una escuela pública. Ahí me fue re bien. Sin tener todavía el DNI ya me llamaban como Christian. Nunca me hicieron un problema, ni me sentí discriminado», destaca.
Lamentablemente, para otros chicos trans, la realidad es otra. Son perseguidos, acosados, maltratados y hasta golpeados por ser quienes son. Incluso, con los establecimientos educativos suelen tener problemas, a pesar de que su DNI y una ley los avale. Acorde a las historias que conoció Christian, por la experiencia de sus amigos, la sensatez y aceptación no forman parte de algunas escuelas sanjuaninas.
Miedo a lo desconocido
La poca representación es un problema para la comunidad LGBTIQ+, la falta de referentes y la poca información que hay sobre algunos temas puntuales, como la transexualidad, producen un miedo en aquellas personas que intentan descifrar quiénes son. A esto se vio sometido Christian, al principio, de igual modo que su madre. «Ella siempre me apoyó. Quizás tuvo una semana de crisis, de no saber qué hacer, hasta que afrontó las cosas conmigo», describe agradecido.
Como si fuera una guía de primeros auxilios, una médica amiga de su madre, que conocía de cerca la realidad de una persona trans por un familiar, la acompañó y explicó, desde sus conocimientos, el proceder médico de una transición.
Volver a nacer
El primer paso fue cambiarse el DNI y, como lo establecen las legislaciones, el trámite se realizó sin problema alguno. Sus tutores legales, es decir su papá y su mamá, firmaron el consentimiento, porque era menor de edad, -junto a un abogado- y al cabo de un par de semanas lo consiguió. «El trato fue excelente y salió bastante rápido», agrega.
Luego, el siguiente paso fue dar comienzo al tratamiento de hormonas, concretamente, la inyección de testosterona, bajo la supervisión de un endocrinólogo.
Finalmente, se realizó la intervención quirúrgica. Los especialistas explican que lo que se hace es quitar el tejido mamario y dejar únicamente el músculo. «Tuve que esperar casi un año entero para operarme porque necesitaba la autorización de un juez y eso llevó su tiempo. Pero, al final me operé con Natalia Quiroga, que es cirujana, y todo quedó muy bien. Casi ni se nota la cicatriz», comenta.
A diferencia de aquel temeroso joven que tomaba coraje para dar un giro de 360 grados, el Christian de hoy ganó confianza y se siente satisfecho con la persona en la que se convirtió.
«Antes era muy tímido, me ponía incómodo el trato con los demás. Aunque no me obligaron a vestirme con ropa femenina en mi casa, me ponía mal que afuera me trataran como mujer. Hoy es diferente», confiesa.
Tehuel sigue sin aparecer
Tehuel De la Torre es un chico trans de la provincia de Buenos Aires que desapareció y fue visto por última vez el 11 de marzo. Desde entonces, su paradero es desconocido y todo hace pensar que su caso se trataría de un hecho de transfobia. Es que la violencia contra la comunidad trans es más habitual de lo que se conoce, pues no siempre sus historias llegan a ser contadas por los medios.
Para Christian, todos los caminos conducen a la discriminación.
«Hay mucha desinformación, pero también hay maldad», indica y agrega: «Una persona que fue a buscar un trabajo no puede desaparecer, como le pasó a él». «Al ser una persona trans se puede llegar a la hipótesis de que se pudo tratar de un acto de odio», manifiesta.
Romper con las estructuras
De chico, Christian recuerda que en la escuela le prohibían jugar con las herramientas y los autitos, que lo empujaban a estar en la casita con las nenas y de cuidar muñecas. Sin embargo, él siempre se resistió a ello.
«A veces me quedaba solo en el patio jugando con balitas para no tener que estar donde no quería. Una vez le conté a mi mamá lo que pasaba y ella me regaló herramientas de juguete para que pudiera usarlas. Por suerte en mi cas nunca se me prohibió ser como era», asegura.
En su repaso, el joven de 18 años admite que su caso es aislado y que en otras vidas, las reacciones de los padres son perjudiciales. Aún así, indica que la lucha, si se quiere, fue con otros familiares cuyas estructuras mentales fueron difíciles de atravesar. «Es complejo romper con una estructura de ética, de moral, de lo que se cree que está bien«, dice.
¿Por qué el varón trans se conoce menos que una chica trans?
Florencia de la V como máximo exponente en los medios es una mujer trans y detrás de ella se encolumnan un amplio listado de nombres. Sin embargo, la representación de la figura de un varón trans es casi inadvertida. Un participante de Gran Hermano y un invitado del programa de Susana Giménez fueron quienes visibilizaron a su género alguna vez en la televisión. Pero son pocos y hay que hacer demasiado esfuerzo en el ejercicio de la memoria para traerlos a esta interacción.
En ese marco resulta la gran pregunta: ¿por qué el varón trans se conoce menos? Y ello Christian responden que el motivo es porque pasan inadvertidos.
«No se dan cuenta de nosotros y ese pasar desapercibidos, quizás, nos juega a favor. Porque no tenemos problemas. No nos rechazan de un trabajo, no estamos expuestos a la confrontación», sostiene. «A lo mejor si se enteran que soy trans, sí me rechacen de un trabajo, pero a primera impresión ni lo sospechan», añade.
Por más beneficioso que pueda resultar ser ignorado en ese aspecto, lo que les juega en contra -advierte- es que no tienen visibilización.
«Hay un pro y un contra. Qué precio tiene que pagar uno para evitar dramas. Vivo tranquilo, pero se paga caro que otro chico como yo, por la desinformación que existe, no sepa qué hacer con su vida ni a quién recurrir. A eso lo pasé yo y no se lo deseo a nadie», concluye.
Lo que viene: la segunda obligada
El pibe que está cursando el segundo año de la carrera de Psicología, además de transformarse en un referente para otros que necesiten un faro, cuenta que le gustaría saber qué pasa en la cabeza de una persona trans desde la ciencia. Tiene planes para el futuro, al igual que esta nota los tiene para una segunda parte.
Pareja, despertar sexual y tabúes que rodean a un varón trans en torno a su cuerpo. Mutilación, el reflejo en el espejo y la transfobia en la provincia. Sus tatuajes, sus significados. Los padecimientos combatidos por los grupos de apoyo. Todos esos tópicos y más son parte de la segunda entrega de la historia de Christian, un chico trans que no sólo siente y vive sino también rompe esquemas e invita a descubrir y reeducar.