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Como un rosquito, pero de masa frita, esponjoso, glaseado, con confites, con relleno o sin relleno. A quién no se le hizo agua la boca viendo como Homero Simpson disfrutaba comiendo una deliciosa dona. Hasta hace algunos años consumir este postre, uno de los más famosos del mundo gracias a la familia de Sprinfield, era sólo un gusto que podían darse aquellos que viajaban hacia otras latitudes del mundo. Sin embargo, desde hace tres años, comer una dona de Homero es posible en San Juan gracias a un joven emprendedor.
Alexis Pereira tiene 23 años y es la mente maestra frente al emprendimiento “Donuts Homero”, un sueño en el que comenzó sólo y en el que hoy trabajan siete personas. Empezó bien de abajo, ofreciendo y vendiendo a sus vecinos. Hacía 20 por día y ahora produce cerca de 600.
“Cuando empecé con Donuts Homero estaba estudiando y vivía con mi mamá. Ella me ayudaba pero no podía cubrir todos mis gastos. Me acuerdo que pasábamos noches y noches pensando en qué podíamos hacer. En una de esas noches recordamos que cuando yo era chico ella hacía cosas dulces, como rosquitos y maicenitas, y yo salía a venderlas. Entonces ella me dijo: ‘¿Por qué no haces donas para vender? y así fue como empezó todo”, comentó relatando Alexis a Tiempo de San Juan.
La idea le pareció brillante y, sin dar demasiadas vueltas, al día siguiente se puso el delantal y se llenó las manos de harina. Su madre le enseñó la receta de las donas que le preparaba cuando era chico y con esa sabrosa fórmula que marcó su infancia buscó calar hondo en el corazón de los sanjuaninos. Y vaya que lo logró.
“El primer día hice veinte. Eran las clásicas, esas que por encima sólo llevan azúcar. Las vendí apenas salí de mi casa, por que el vecino de la casa de al lado me compró diez y el del otro lado me compró las otras diez. Al día siguiente hice un poco más y las vendí en mi cuadra. Al tercer día a la receta clásica le agregué chocolate y al cuarto día, Nutella. Me acuerdo que mi mamá me decía que estaba loco, que qué estaba haciendo. Pero gracias a eso me fui extendiendo cada día más”
Al poco tiempo el vecindario ya le había quedado chico y, con la motivación se su novia Eliana Mercado, Alexis comenzó a vender en espacios públicos, como el Parque de Mayo y el Teatro del Bicentenario. Producían, iban al parque o al teatro y vendían. Esa secuencia se repetía cada fin de semana, al punto de que aquellos que iban a tomar mates a esos lugares con frecuencia ya sabían de las donas de Alexis, así que lo esperaban ansiosos para comprarle.
“Estuvimos unos tres meses vendiendo sin redes sociales, hasta que un día mi novia me insistió para que creara una página de Instagram y eso nos dio un empujón enorme. La gente comenzó a seguirnos rápidamente así que yo les avisaba por ese medio dónde iba a estar vendiendo y cuando llegaba al lugar ya me estaban esperando. Muchas veces la producción no me duraba ni media hora, vendía todo volando. Otras veces la cosa era más difícil y había que caminar y caminar para vender”.
Ponerle ganas y trabajar con amor. Ese fue el secreto que llevó a Alexis a poder hacer crecer su emprendimiento, al punto de poder vivir de el y, como si fuera poco, darle trabajo a siete personas más.
“Al principio yo producía, repartía a domicilio, vendía en la calle y manejaba las redes sociales, pero el emprendimiento comenzó a crecer tanto que tuve que ir delegando tareas. Hoy tengo dos personas que me ayudan en la producción, tres personas que hacen delibery y dos que me manejan las redes sociales. Nunca pensé que iba a poder dar trabajo y mucho menos que de hacer veinte donas hemos llegado a producir hasta 600 por fin de semana”
Volver a empezar
En plena pandemia, cuando la situación era más que difícil para todos, Alexis comenzaba con el sueño que lo había motivado desde el día uno a trabajar incansablemente de lunes a lunes: abrir su propio local.
“En ese momento tenía un socio, un viejo amigo de la infancia. De un día para el otro me sacó del emprendimiento como si fuera un empleado. Me tiró la mercadería en la vereda y se quedó con el local en el centro que habíamos empezado a armar para abrir nuestro negocio.”, contó Alexis.
Fue un trago amargo, una piedra en el zapato, pero no hizo que este joven soñador bajara los brazos. “Sigo trabajando duro y todo lo que voy logrando es fruto de mi esfuerzo, nadie me regala nada. Sé que mi sueño se va a cumplir y que en algún momento voy a poder tener mi local”
Sus propuestas