Alejandro E. Salazar Peñaloza (*)
Los hombres que fueron protagonistas de las primeras acciones posteriores a mayo de 1810 ocupan un lugar importante en la historia Argentina, esto se debe a su preeminencia temporal en un momento coyuntural.
Los primeros años posteriores a la denominada Revolución de Mayo mostraron una clara debilidad de organización política, los intereses eran diversos, tanto en Buenos Aires como en el resto del territorio. Buscar la independencia era una idea sólo de un pequeño grupo, la mayoría aceptaba una dependencia decorosa que sostuviese los privilegios de la minoría.
Lo que hoy conocemos como San Juan, desde el punto de vista autónomo, recién será posible en 1820. El terruño alejado de Buenos Aires, dependía directamente de Chile en cuanto a lo económico como a lo cultural. Es aquí donde nuestro personaje tomó protagonismo: el sanjuanino Francisco Narciso De Laprida nacido en San Juan en 1786. Según su biografía realizó sus estudios en el Colegio de San Carlos en Buenos Aires, y luego completará su formación en Chile donde obtendrá su título de jurista (abogado).
El joven Francisco desempeñó cargos de gran importancia para su época; de vuelta en su comarca, pondrá su voluntad al servicio del movimiento de Mayo de 1810. Ocupó el cargo de Síndico en el Cabildo sanjuanino para 1812, en plena discordancia logró alzar la voz popular contra Saturnino Sarasa quien ocupaba el cargo de Teniente Gobernador dependiente de Córdoba.
Su participación en el Congreso Constituyente de 1816 lo dejó en las antípodas de la historia Argentina, sin quererlo o planearlo le tocó presidir la Asamblea que declaró la independencia el 9 de julio en Tucumán.
Terminado su momento de gloria, hoy coronada de laureles, debe poner paños fríos a una provincia cansada y violenta que el gobierno de su amigo el Dr. José Ignacio de la Roza debió enfrentar, el mismo fue depuesto por el capitán Mariano Mendizabal, quien era su cuñado, a principios de 1820. La figura de Laprida fue central, ya que buscó salvar la vida de De la Roza quien había sido condenado a muerte, así debió ocupar el cargo de gobernador en forma interina.
Los eternos bandos: Unitarios y Federales se ponían a la orden de una lucha sin tregua ni cuartel. En este contexto en provinciano se afilió al Partido Unitario participando del Congreso de 1824 y asumiendo su presidencia en 1825, durante este tiempo se intentó imponer una Constitución Unitaria. Terminada esta etapa y con el desprestigio de los unitarios, regresó a San Juan.
La invasión del caudillo riojano, Facundo Quiroga a San Juan, la situación obliga a Laprida y a su familia a refugiarse en Mendoza buscando tomar protagonismo desde el bando unitario. Como un cuento de tragedias, Narciso se une a la facción unitaria mendocina denominada “Batallón del Orden” para enfrentar al federalismo quirogano.
En la primavera de 1827, el destino funesto y misterioso cubrió la figura de Laprida. En las proximidades de la Capilla de San Vicente – Mendoza, las tropas unitarias al mando de Pedro Zuloaga enfrentaron a los federales del fraile Félix Aldao en la Batalla del Pilar. La encarnizada batalla dio un rotundo triunfo de los federales. Para salvar su vida el sanjuanino huyó con los sobrevivientes, sin embargo fueron interceptados, el resto del relato corresponden a datos diversos; algunos cuentan que al ser identificado Laprida fue torturado, para lo cual se lo enterró hasta el cuello y como si fuera un juego se le hizo pasar caballos por encima; otros cuentan que fue asesinado directamente y su cuerpo llevado al Cabildo mendocino, donde fue reconocido por un juez y puesto en uno de los calabozos hasta que fuese reclamado por su esposa. Sin embargo el cuerpo no fue hallado y como por arte de magia desapareció.
Al igual que el Moreno, Dorrego y De La Roza; Laprida es un símbolo más de las luchas fratricidas entre ideas antagónicas. Hasta el día de hoy su figura enmarcada en el bronce parece olvidar su triste y oscuro final. Tal vez su alma y cuerpo sigan vagando por aquellas lomas en busca de paz.
“En el espejo de esta noche alcanzo
mi insospechado rostro eterno. El círculo
se va a cerrar. Yo aguardo que así sea…”
(J. L. Borges – Poema Conjetural – 1972)
Bibliografía
- Videla, H. (1992), Historia de San Juan. As. Plus Ultra
- Peñaloza, C.; Arias H. (1966), Historia de San Juan. Mendoza. Espadoni
- Bataller, J.C. Laprida, ese Ilustre ignorado, En: San Juan al Mundo
(*) Prof. Titular: Cátedra Antropología Cultural- Dpto. Historia- FFHA-UNSJ