El año pasado se cumplieron 200 años del natalicio de Juana Manso, la principal colaboradora de Sarmiento en materia educativa, aunque no fue una simple acompañante.
Nacida en un hogar con inquietudes intelectuales, su padre, un ingeniero que estaba contratado por el gobierno de Buenos Aires, fue su principal mentor, alentándola en su desarrollo intelectual en un tiempo donde las mujeres estaban circunscriptas a menesteres de tipo doméstico.
Juan Manso fue educadora, literata, historiadora, periodista y traductora, fue parte de esa prolífica generación del “37 en la que estaban Alberdi, Echeverría, Sastre, Mármol y nuestro Domingo F. Sarmiento. Aunque rara vez es considerada como parte de esa generación intelectual solo por el hecho de ser mujer.
Pasada su infancia y adolescencia, la vida de su familia se vio afectada por cuestiones políticas, debiendo abandonar el país y perder todas sus pertenencias por la persecución rosista. Primero fueron a Montevideo y luego a Río de Janeiro.
A estas desgracias familiares, a Juana se le sumaron otras situaciones tristes. Estando en Brasil contrajo matrimonio con un músico portugués con quien recorrió parte de Estados Unidos y Cuba en una gira artística. Pero al tiempo de regresar y luego de haber tenido dos niñas, su marido la abandonó.
Una vez más, Juana Manso debió sobreponerse a su realidad y lejos de la resignación, esta librepensadora que adhería al espíritu de Mayo se transformó en pionera del feminismo en Argentina, Uruguay y Brasil, desde sus tareas de escritora, historiadora, traductora, periodista y pedagoga.
Su compromiso militante incluyó el combate contra la esclavitud, el racismo y la eliminación de los pueblos originarios. Pero sin dudas, el reconocimiento de los derechos y roles sociales de las mujeres fue su lucha más fervorosa, teniendo que batallar contra los prejuicios y la intolerancia de la época.
En Brasil fundó O Jornal da Senhoras que se publicaría por 10 años, algo inédito para la época. Ella estuvo al frente los primeros años, pero luego, tras la muerte de su padre y el ya mencionado abandono de su marido, dejó la conducción del periódico, aunque continuó colaborando.
Cuando cayó Rosas, Juana Manso volvió a Buenos Aires y emprendió un nuevo proyecto periodístico feminista, fundando en 1854 el semanario “Álbum de Señoritas”, donde publica sobre la emancipación de la mujer, viajes por el interior de América, avances científicos, sobre homeopatía, modas, teatro, música, entre otros temas. Duró apenas 8 números. La sociedad rioplatense no estaba preparada para su visión de la mujer y de otros temas tan importantes como la educación.
Juana desarrolló además, su vocación literaria recorriendo prácticamente todos los géneros discursivos, aunque ella se reconocía como traductora e historiadora, escribiendo el primer manual de historia para las escuelas editado en el país: el Compendio de la Historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata (1862). En su obra “Mujeres Ilustres de la América del Sur”, rescata la vida de mujeres que lucharon por la independencia como la Alférez Manuela Pedraza, la Teniente Coronel Juana Azurduy y Encarnación Sanguinet de Varela.
En materia educativa fue toda una visionaria a la que con total justicia podríamos poner a la altura de Sarmiento. Él, consciente del valor de Juana y libre del prejuicio hacia las mujeres que reinaban en esa época, le confió la dirección de los Anales de Educación.
Gran pedagoga, impulsó la educación popular, obligatoria, gratuita, igualitaria y la tolerancia religiosa. Fue directora de la primera escuela mixta del país, aplicando las ideas pedagógicas de Pestalozzi y Fröbel, promovió los jardines de infantes, fundando el primer jardín de infantes subvencionado por el estado, fundó bibliotecas populares, creó las comisiones para atender a las infancias más humildes, antecedente de lo que en la actualidad conocemos como las cooperadoras escolares. Fue la primera mujer vocal del Departamento de Escuelas y formó parte de la Comisión Nacional de Escuelas.
En todas estas acciones, Juana Manso enfrentó resistencias, incomprensión y prejuicios, aún de otras mujeres. Pero su labor pionera contribuyó de manera inocultable para la construcción de una sociedad más justa e igualitaria.
Por Darío López Belot
Profesor de Historia. Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes de la UNSJ