Papá y mamá:

Tú me mandas un niño con un moretón a la escuela, pero si yo te lo devuelvo accidentado, tú me pones una demanda.

Tú me mandas a la escuela un niño con situaciones cognitivas, pero si yo te pido que acudas al psicólogo, te enojas porque asumes que digo que tu hijo es “de lento aprendizaje”.

Tú me mandas un niño grosero, sin modales, sin valores, sin reglas, pero cuando regresa a casa a contarte que le he llamado la atención y he intentado enseñarle, tu me juzgas de acosadora, injusta, entrometida y aprovechada.

Tú me mandas a la escuela a un niño sin bañarse, sin lavar sus dientes, pero si los amiguitos le hacen comentarios al respecto, tú me culpas de no estar al pendiente.

Tu me mandas un niño con el corazón hecho pedazos, yo lo abrazo y trato de consolarlo, conteniendo el nudo en la garganta por no poder hacer nada por el, y tú me acusas de hacerle tocamientos indebidos.

Tú me mandas a un niño con bebidas gaseosas, o azucaradas y frituras en la lonchera, pero si tu hijo no aprende, me juzgas de ser mala profesora.

Tú me juzgas todo el tiempo, al igual que muchos más de los veinte y tantos que recibo a diario.

¿Cuál sería la historia si, al igual que yo hago mi trabajo de MAESTRA, TÚ hicieras bien el tuyo de PAPÁ-MAMÁ?

La sociedad divulga y hace viral los malos comportamientos de algunos MAL llamados maestros, pero en general olvidan que en la actualidad, se ha confundido el rol del maestro con el de una niñera y cada día tenemos niños más solos, problemas más grandes y menos esperanzas.

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