Dominguito

Por Alejandro E. Salazar

 

Mucho se ha escrito del Maestro de América, y más aún en nuestra provincia, sin embargo, la paternidad del prócer es un tema que poco conocemos, y que también forma parte de su vida.

Ya en su vejez avanzada, Domingo Faustino Sarmiento escribe una obra que poca importancia ha tenido en su nutrida literatura, pero que nos permite ver como su hijo adoptivo fue parte del todo que rodeó al sanjuanino.

En su exilio en Chile para 1845, se enamora de una mujer casada, que luego quedará viuda su nombre es Benita Martínez Pastoriza. El 17 de abril la mujer dio a luz a un niño varón que llamó Domingo Fidel Castro. Es aquí donde muchas dudas se han dicho y escrito, si bien siempre se dijo que Sarmiento fue el padre adoptivo de Dominguito, otras especulaciones dicen lo contrario. Más allá de todo lo importante esta en lo que vendrá a continuación.

Luego de enviudar, Benita y Domingo, contrajeron matrimonio, y la educación del niño se sostuvo gracias al impulso del sanjuanino. A sus trece años, partió a Buenos Aires, donde continuó sus estudios en el Colegio Eclesiástico. Los años que siguen vemos a su padre partir a San Juan designado como gobernador por el presidente Bartolomé Mitre. El joven junto a su padre comenzó a involucrarse en asuntos militares, algo que a Sarmiento no parecía agradarle demasiado.

Para aquella época Sarmiento tenía una aventura amorosa con Aurelia Vélez, lo que provocó la separación con Benita, pero además el enojo del joven con su padre adoptivo.

Sin bien el joven comenzó sus estudios de Derecho, en Buenos Aires, su pasión y amor estaban puestos en las armas. Pronto abandono su estudió e ingresó al Ejército como Capitán al mando de Lucio V. Mancilla. Pero el trágico destino parecía que ya se había escrito. Una Guerra sin sentido, más que la mezquindad, se abría a la puerta. El presidente Mitre dio luz verde, los jóvenes estaban listos para partir al Paraguay.

Las luchas entre hermanos, paraguayos, uruguayos, brasileños no tuvo compasión, la sangre y el odio teñían las tierras verdes del norte. El 22 de septiembre de 1886 fue su último aliento. La batalla de Curupayty se llevó la vida de cientos, y entre ellos la del joven Dominiguito. La noticia llegó a EEUU donde Sarmiento se desempeñaba como embajador argentino, tal vez esta noticia destruyó no solo su corazón sino aquel anhelo de ver el retoño crecer feliz.

Su cuerpo fue velado, y llevado a llevado a la bóveda de Florencio Varela en el cementerio de la Recoleta, a la llegada de Sarmiento y su elección como presidente pudo visitarlo. Allí diseñó una columna sin terminar como símbolo de la muerte de su joven hijo.

El recuerdo de su hijo lo acompañó hasta el último día, aquel Maestro no pudo despedir tal vez a su mejor alumno.

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