(*) Alejandro E. Salazar Peñaloza

            Estamos viviendo tal vez, una de las luchas más importantes que será recordada por la humanidad. En estos momentos la medicina, las farmacéuticas y cientos de científicos trabajan para encontrar el talón de Aquiles que debilite a covid-19, más allá de una vacuna. Como humanidad debemos dar batalla sin tregua por aquellos que han muerto y por los que vendrán. Sin embargo, lo que hoy vivimos no es ajeno a lo que nuestros abuelos vivieron hace más de cien años.

Para 1918, la llamada Iº Guerra Mundial estaba culminando, aquel enfrentamiento bélico demostró el poderío de la denominada “Triple entente” formada por (Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos) derrotando a sus rivales “Los potencias centrales” (Alemania, Imperio Austro- Húngaro, Italia). Aquella trágica guerra demostró la dureza de la humanidad y la ambición desmedida, potenciando a lo que dio origen a la primera pandemia moderna.

            Lo que conocemos como gripe es una enfermedad que se ha desarrollado a lo largo de la historia del hombre provocando cientos y miles de muertos. Sin embargo, entre 1918 y 1920 desarrolló una potencialidad que se convirtió en una pandemia a escala mundial. Según los estudios la influenza (nombre científico de la gripe), que comenzó a desarrollarse en 1917, fue un claro producto de diversas mutaciones que se habían acumulado tanto en aves como en cerdos y que se traspasaron a mamíferos (entre ellos a humanos). Esta gripe tenía características letales ya que afectaba automáticamente a las células provocando hemorragias.

El nombre de Gripe española se debe a su primer registro de afectados que fueron los habitantes de la península ibérica, su propagación se debe, según algunas hipótesis, en el retorno de las tropas luego de terminada la guerra. La velocidad de propagación fue muy rápida: llegó a África, América, Asia.

La extensión de la gripe se dio en tres oleadas que van desde 1918 a 1920, con fuerte impacto en las estaciones de otoño-invierno, afectando letalmente a niños, jóvenes y adultos, lo curioso (o no tanto) fue que la mayor cantidad de muertos se daba cuando los pacientes tenían tuberculosis pulmonar.

           La Argentina no fue ajena a esta dura enfermedad. Producto de las olas inmigratorias proveniente de Europa, la gripe llegó afectando en primer lugar a Buenos Aires y luego extendiéndose por otras provincias. Para enfrentar esto se tomaron medidas de limpieza de las calles, del riachuelo, se comenzó a revisar los barcos que llegaban del viejo continente, se suspendieron las reuniones de tipo social y las clases. Se utilizó la famosa creolina y el sulfato de cobre. Se prohibió escupir en el suelo, y se recomendaba hacer un tipo de asepsia en la garganta con agua oxigenada.

Se calcula que la gripe española provocó una altísima tasa de mortalidad que se traduce entre un 50 y 80 millones de muertos. Diversas medidas y avances científicos fueron consecuencia directa de esta etapa olvidada, pero rememorada en el presente. Sin duda alguna nos toca nuevamente usar la Historia como recopilador de experiencia que sirvan como motor de conciencia social y de medidas que los Estados deban tomar.

 

WEBGRAFÍA

 

 

Dedicado a los padres en su día; y en especial al mío, Miguel Ernesto Salazar “El zapallo”, como le dicen sus amigos

 

(*) Prof. Titular- Cátedra Antropología Cultural- Dpto. Historia- FFHA- UNSJ.

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