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Los Dojorti fueron una de las familias más poderosas del Valle del Tulum en los años dorados del trigo y el tráfico del ganado. Por allá en 1830 la cream sanjuanina no estaba en la ciudad, sino en el Norte con terratenientes que controlaban el ciclo de engorde y el traslado a pie de las vacas para Chile. Entre esos pocos, estaban los Dojorti, que vienen de un árbol genealógico totalmente opuesto a la riqueza y la abundancia, pero que supieron adaptase bastante bien al suelo argento.
Además, a lo largo de la historia este clan ha dado varias personalidades involucradas en la política, la justicia, el arte y demás. Algunos famosos y otros no tanto. Como ese soldado irlandés que llegó como prisionero y terminó peleando en el mismo bando de sus enemigos ingleses en Buenos Aires; o el primer intendente de Jáchal que quería a toda costa traer el ferrocarril al Norte y murió sin saber que eso sería la ruina del imperio; o ese otro soldado que revindicó el árbol familiar luchando contra los británicos en Malvinas; y ni hablar del famoso poeta Buenaventura Luna que puso en el mapa a Huaco.
Entre 1850 y 1900 Jáchal era la cuna del imperio de terratenientes que controlaban el tráfico del ganado a Chile. Incluso traían vacas de La Rioja, Córdoba, San Luis y eran engordados en las pasturas de Huaco, Punta del Agua y Niquivil . Eran años de esplendor, porque después las reses iba a parar al noroeste chileno para alimentar a los mineros. Y en el medio de esas idas y vueltas los transportistas traían productos y chucherías de Europa porque pasaban por el puerto de Coquimbo. En Chile estaba una de las puertas al mundo y desde el norte sanjuanino le sacaron provecho, algo similar a lo que se busca concretar en estos días con el tan ansiado Túnel de Agua Negra.
Los mineros compraban ganado en Huaco y pagaban con monedas europeas o en oro. Como los viajes eran largos, seguramente se quedaban un par de días alentando la economía interna de pulperías y burdeles. Pero, en fin, la producción vacuna era importante y algunos amasaron grandes fortunas. Esa era la base del poder terrateniente que controlaba también la comercialización. A la par del ganado existía otra actividad importante que era la producción de cereales con destino a los molinos. Y los Dojorti, tenían uno de los más tecnológicos y solicitados del momento. A la fecha el lugar es cuidado por una descendiente y cada tanto lo visitan los turistas, porque ahora está declarado de interés cultural.
De ahí muchos decidieron investigar al árbol genealógico de los Dojorti que es sumamente complejo y requeriría años de investigación para poder desmenuzarlo en su totalidad. Por lo tanto, vale aclarar que en esta nota usted leerá algunos hechos que involucran a los descendientes que vieron nacer y caer el imperio, como así también algunos datos más actuales que no figuran en los libros.
El prisionero que se quedó en San Juan para ser libre
El primer Dojorti que llegó a San Juan fue John Dougherty; un irlandés de Dublín convertido en soldado de las filas inglesas que invadieron Buenos Aires en 1806. No vino porque era un patriota en busca de gloria o por alguna ambición, todo lo contrario. Era un prisionero de guerra que aparentemente fue capturado en las llamadas revoluciones irlandesas que se dieron contra la corona entre 1798 y 1803. Por esos años, la tradición marcial de las grandes potencias era incorporar a su propio ejército a los vencidos. Eso, o que vayan a prisión. Y por alguna razón la gente terminaba por elegir la guerra antes que la cárcel.
Así fue que John arribó a Buenos Aires. Y al igual que muchos de sus compañeros, probablemente terminó lastimado cuando avanzaba por las estrechas calles de la ciudad por gente que desde los balcones y terrazas arrojaba pedradas, tiros, chorros de agua y aceite hirviendo para defenderse de los nuevos invasores que venían a usurpar el Virreinato.
Pasaron más de cuarenta días y los ingleses fueron derrotados por la milicia porteña y el joven Dougherty fue capturado y tomado como prisionero nuevamente. Y al igual que muchos cautivos fueron enviados a distintas partes del interior del país lejos del puerto de Buenos Aires. En ese destierro a él y a otros 298 prisioneros les tocó San Juan.
El tiempo pasó y a los ex soldados se les dio la posibilidad de regresar a Inglaterra. John, que para ese entonces era Juan y su apellido se había acriollado como Dojorti, se quiso quedar. La ecuación no era muy difícil de resolver: o volvía a la cárcel o ponía a prueba su ingenio y probaba con hacer fortuna en el extranjero.
Se quedó en Tucumán y se casó con María Mercedes Cabot, hermana del comandante del Ejército de Los Andes Juan Manuel Cabot, un alto mando militar. De los hijos que tuvo uno llamado Eusebio se instaló en Huaco y compró las tierras donde luego trabajarían sus descendientes en el engorde del ganado. Más tarde adquirieron el molino de piedra, que fue el eje del imperio de los Dojorti. La máquina no tardó en tomar popularidad y pronto pasó de abastecer el mercado local a llevar las harinas jachalleras a urbes como Buenos Aires, Tucumán y Córdoba. Incluso con el ganado en un tiempo llegaron a exportar a las minas vecinas de Chile, Bolivia y Perú.
Después se hizo cargo de los compromisos Eusebio Dojorti hijo, que se metió en política y fue subdelegado del gobierno de Jáchal. De esa rama desciende Ricardo Arístides Dojorti, el primer intendente de Jáchal y padre de Buenaventura Luna.
La caída del imperio
Ricardo Dojorti como intendente fue insistente en hacer llegar el tren al departamento del norte, pero murió sin poder ver el progreso de las vías. Y menos mal que no estuvo. Porque en 1930 cuando el ferrocarril arribó a la provincia, Jáchal no formaba parte de la red y era una especie de estación “muerta”. Al mismo tiempo el tren trajo mercaderías baratas y en algunos casos de mejor calidad que desplomaron a los productos jachalleros. La harina Dojorti no pudo competir contra el refinado y el precio más barato de otros ingenios del Litoral y pronto se quedó sin demanda.
La crisis del trigo entre 1934 y 1947 fue otro factor fulminante. La gente empezó a volcarse al cultivo de cebolla, tomate y olivo y así las grandes extensiones de trigo pronto desaparecieron. Dicen también que el clima cambio.
Así grandes estancieros, como eran los Dojorti, comenzaron a arrendar los campos para que los trabajaran otros cultivadores. En tanto que otros prefirieron vender sus tierras y se fueron a las urbes. El sociólogo José Casas dice que en Huaco muchos campesinos pudieron crecer cuando se vendieron fracciones de las tierras de los Dojorti. Así empezaron a aparecer productores que armaron pequeñas empresas con la ayuda del obrero rural que iba alternado de cultivo en cultivo. Los molinos sobrevivieron un tiempo, porque estaban en cierta forma aislados, pero finalmente acabaron por derrumbarse con la llegada del ferrocarril.
De esta manera fueron perdiendo el poder, aunque en muchos casos, la ovación sigue intacta por Don Buena como sello distintivo de los Dojorti. Hoy nadie niega que Buenaventura hizo conocido el nombre de Jáchal en el mundo. También se decía que el poeta era bohemio y por ese motivo tal vez la descendencia se dispersó a varios lugares. En una página de Irlanda que investiga los linajes, dicen que el poeta tuvo diez hijos, pero no hay certezas. Algunos familiares contaron que pueden ser más y nunca reconocieron a ninguno oficialmente, en palabras de Ulises Dojorti, que vive en Valle Fértil y se gana la vida como vendedor y cada tanto toca la guitarra.
Ulises dice que su parentesco viene por su abuelo, Ricardo Dojorti hijo, que era el hermano mayor de Buenaventura. Ricardo, a diferencia de su bohemio hermano, se dedicó a administrar las propiedades que quedaban en Huaco y tuvo dos hijos: Ricardo Luis y Edgardo. El primero fue docente y periodista y el segundo se fue a Salta y trabajo por varios años administrando un casino.
Hoy hay Dojortis por doquier y no se puede decir con precisión quienes vienen de la rama de Buenaventura. Están distribuidos en Buenos Aires, Tucumán, Salta y San Juan y como así también del otro lado del charco, tal es el caso de Uruguay y Suecia, según afirmó el vallisto que por ahí se habla con sus parientes por Facebook.
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