Los hechos mas dolorosos son aquellos que matan la esperanza y la fe que venimos sosteniendo con un gran esfuerzo en un mundo que nos sorprende con terrible crueldad.
Terremotos, diluvios que se llevan seres queridos de una manera brutal, pandemias que se deslizan entre nosotros para herir como un francotirador invisible…mirar la realidad de frente, y si fuera poco ver como el ser humano se corrompe cada vez más, a pesar de que en su alma, en lo recóndito de su corazón late desesperadamente un deseo increíble de eternidad, de ganas de vivir para siempre.
En este planeta, un día hace casi dos mil años existió un hombre anunciado por los profetas durante mil quinientos años, que venció a la muerte y resucitó con su cuerpo glorificado y para que no quedaran dudas se comprobó que realmente estaba muerto, y se comprobó que había resucitado porque cientos de testigos (aún los hay) estuvieron con El, lo vieron y lo tocaron.
Nuestro Señor Jesucristo venció a la muerte porque venció al pecado, que es la desobediencia a Dios y por consecuencia lo que introdujo en este mundo las garras del mal que nos destruyen espiritual y físicamente.
¿Enfermedades, guerras, hambre, desequilibrio de la naturaleza, no provienen del pecado del hombre?…que seducido por el demonio y sus colaboradores no deja de infiltrarse en la mente y el corazón de las personas hasta convertirlas en colaboradores convencidos de que el mal que hacen, es bueno.
¿Estamos llegando al límite?…podrá Jesucristo salvarnos cuando en realidad lo hemos dejado de lado para vivir nuestra vida a nuestra manera sin tener en cuenta sus Palabras, su doctrina, sus sacramentos, y nos dedicamos a vivir sin conciencia de la realidad: que la muerte nos rodea y acecha y que nuestra vida es un soplo que se escapa en cualquier momento y que ni siquiera nos ponemos a pensar en nuestra fragilidad y buscar a Dios para que nos devuelva la fe, la esperanza en una VIDA nueva lejos del dolor y la muerte.
Jesús nos dice que su verdad nos hará LIBRES. Pero el mundo moderno ha construido tantas cosas “buenas” que nos distraen y nos apartan de la búsqueda esencial de la verdad.
El duelo por la muerte de Jesús duró apenas tres días…y luego explotó la alegría en su comunidad de verlo resucitado, sano, VIVO…A nosotros el duelo de nuestros seres queridos nos duele por muchos años, y entre dudas y lamentos decimos con resignación NO cristiana, “ya descansó en paz”, o la frase “vive en mi corazón”.
Y seguimos viviendo nuestra espiritualidad mediocre…hasta que nos toque a nosotros, y descubramos que es lo que tendríamos que haber hecho mientras vivíamos en esta carne, molde de nuestra alma, que es (o tendría) que ser lugar de residencia del Espíritu Santo, el mismo Espíritu que engendró a Jesús en el seno purísimo de la Virgen María, el mismo Dios en su tercera persona que resucitó a Jesús, y que quiere resucitarnos a nosotros.
El cielo y el infierno existen aunque lo neguemos, nuestra decisión es ahora: o vivimos como Dios quiere para resucitar con Cristo, o morimos a la vida verdadera, para vivir una vida en una oscuridad eterna lejos de El. Dios quiera que recapacitemos, que despertemos, y vivamos nuestra vida siguiendo a Jesús que nos dice por medio de su Iglesia: Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en Mi y hace lo que Yo le mando vivirá eternamente en el Reino de mi Padre.
J. R. Millán