No podemos cambiar nuestra condición humana, pero podemos orientar ese anhelo, esa búsqueda constante y desesperada de ropajes, de abrigo, de consuelo, de soportes, hacia el único que los puede proveer de modo duradero y trascendente.
Los momentos dramáticos (y escasos) en que percibimos nuestra desnudez, sea porque sufrimos una pérdida irreparable, por una enfermedad o un fracaso, son momentos de gracia en los que Dios nos permite vernos tales como somos, como en un espejo que nos devuelve nuestra verdadera imagen.
Es para que podamos anhelar y buscar el verdadero vestido, el único con el que dejaremos de estar desnudos.
Tomado del libro: CUANDO NO SE PUEDE PARAR DE SUFRIR
Eduardo Tatángelo. Pag. 45