(*)Alejandro E. Salazar Peñaloza

La Organización Mundial de la Salud (OMS), ha decretado que los 24 de marzo sea una fecha para tomar conciencia de la lucha contra la tuberculosis.

La importancia de la misma pone de relieve su historia, y las consecuencias de la misma. Los estudios realizados por los científicos para detectar su origen, nos llevan a tiempos pretéritos. Durante la etapa pre-faraónica en Egipto (3500 a.C.), algunas momias tenían algunas lesiones óseas características de la cronicidad de la misma, y de su aparición y consecuencias.

En la cultura griega, la enfermedad era conocida y en algunos escritos de Hipócrates la describe como una enfermedad crónica caracterizada por expectoraciones, fiebre y sudoraciones constantes. Por mucho tiempo se creyó que la enfermedad se trasmitía generacionalmente, algo que está totalmente descartado.

Durante la Edad Media, y luego con las monarquías y la creencia de que los reyes eran elegidos en forma divina, se pensó que podía curar la enfermedad mediante la imposición de las manos, esto era conocido como “toque real¨.

La persistencia de la enfermedad se mantuvo durante los siglo XVII y XVIII, recién a mediados del siglo XIX con la invención del estetoscopio, instrumento que permite escuchar cómo funcionaban los pulmones y como eran afectados por la enfermedad. Evidentemente este fue un paso de gran importancia.

Para 1882, para ser más específico un 24 de marzo, el Dr. Robert Koch, presenta en Berlín su investigación, de la cual se infiere que la enfermedad está causada por un microorganismo al que él denominó bacilo de tuberculoso.

Los tratamientos fueron diversos, y todos experimentales, durante el siglo XX, algunos médicos recomendaban a los pacientes que se internaran en lugares al aire libre como bosques o sierras. Al finalizar la segunda guerra mundial y con el desarrollo de los primeros antibióticos permitió una cura. Pero recién con la vacuna denominada BCG la disminución de la mortalidad fue un hecho comprobable.

En la actualidad, y las diferencias económicas que generan pobreza extrema, desnutrición, y la no vacunación, han abierto la puerta nuevamente a una enfermedad que parecía haber sido en su mayoría erradicada.

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            (*) Prof. Titular- Cátedra Antropología- Dpto. Historia-FFHA-UNSJ

 


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