En este momento en que estoy escribiendo estas líneas, tengo en mis pensamientos la muerte de Maradona, como todos los Argentinos.

Este pequeño gran hombre que nos hacia saltar de alegría cuando dentro de una cancha de fútbol hacía cosas imposibles, o nos escandalizaba con alguna declaración o cosas de su vida privada, ha muerto. ¿Pero ha muerto realmente?

Físicamente sí, pero no sólo vivirá en la memoria de todo el mundo, sino que creemos con certeza que su alma vive para siempre.

Y es que todo pasa, nada permanece, todo cambia y se transforma, no nos acostumbramos al hecho de que nada permanece estático y para siempre en este planeta que el tiempo va gastando vuelta a vuelta todo lo que existe. Nadie o muy pocos quieren percatarse de que el estamos “caminando”, en un viaje sin retorno hacia otro estado permanente que nos ha sido dado por el Creador de todo lo que existe cuando nos creó a su imagen y semejanza. Sentimos que nuestro ser íntimo nos dice que no podemos morir, sin embargo, corporalmente sabemos que vamos a dejar de existir.

Hombres y mujeres desean íntimamente que no llegue el momento tan terrible que nos separa de este mundo y de las cosas a las que nos aferramos. Debemos creer que somos alma, lo más secreto, y cuerpo físico, lo más obvio de nuestra naturaleza que Dios nos ha dado con su aliento de vida inmortal, que nos permitirá vivir otra existencia: la de la eternidad, que pertenece a una dimensión espiritual que está coronada por el Cielo, esperando la Resurrección al final de los tiempos. Por eso tenemos hambre de eternidad.

Todos morimos para volver a vivir, porque Dios “no es un Dios de muertos, sino de vivos”. Durante 2000 años la Iglesia de Jesucristo ha proclamado a los cuatro puntos cardinales que todo el que cree en Jesucristo, no morirá para siempre. Son Palabras del Divino Señor que un día viendo perdida a la humanidad envió a su Hijo muy amado para que naciendo de Nuestra Madre Santísima, la virgen María por obra del Espíritu Santo, vino a entregarse por nosotros para que por su sacrificio perpetuado en la Santa Misa, seamos perdonados y tengamos otra oportunidad de salvarnos, llevando una vida de fe que se manifieste en las obras, y que se alimenta por la gracia obtenida de los Sacramentos, especialmente el Bautismo, la confesión y la comunión.

Desgraciadamente esta pandemia ha limitado la posibilidad del acceso a las Misas. En este momento faltan dos días para que comience la Novena a nuestra Patrona Santa Bárbara y solamente podrán ingresar 70 personas, que previamente se hayan anotado. Roguemos al Señor, a nuestra Madre, y a Santa Bárbara, que así como detuvo la epidemia de Cólera, nos libre de este flagelo.

J.R. Millán


DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí