Evidentemente la Historia en su gran mayoría ha sido escrita por hombres, que de alguna forma u otra han olvidado la gran participación de las mujeres en la historia. Esto nos lleva a volver los ojos del pasado al sector femenino que dio grandes aportes y luchas por la patria.
Es por esto que hoy vamos a recordar a una de las mujeres más valiente, y defensoras de la libertad: Doña Juana Azurduy de Padilla.
Esta noble y luchadora nació el 12 de julio de 1780, en Chuquisaca, este territorio pertenecía al antiguo Virreinato del Río de la Plata, y hoy corresponde a la República de Bolivia; sus padres fueron Don Matías Azurduy y Doña Eulalia Bermudes, su nacimiento, dos años después que un hermano que había fallecido en forma prematura, fue tal vez el hecho que marcó su vida para siempre, sus padres impusieron, tal vez sin querer, atributos varoniles a Juana. La relación con su padre fue muy unida, ya que éste, le enseñó a montar como un hombre y todos los trucos que necesitaba y que luego utilizaría.
La vida la alejó de sus padres que murieron apenas cuando ella era niña, quedando a cargo de sus tíos. La relación con sus nuevos tutores era muy difícil, su espíritu aventurero y su amor por el aire libre le eran constantemente negados. A tal punto que su tía, Petrona Azurduy, la obligó a instalarse en un convento, con el fin de calmar sus pasiones. Pero ese lugar no era el suyo; con 17 años volvió a casa de sus tíos quienes la obligaron a hacerse cargo de la estancia de su padre, esta sí fue una buena noticia puesto que volvería a su libertad tan ansiada.
En la estancia de su padre, vuelve a ver a Manuel Padilla quien será el hombre, el amigo, el protector y por último su esposo. Su amor fue casi como un flechazo que los unió en forma instantánea. Ese amor compartía muchas cosas pero tal vez una de las más importantes era su visión en contra de la desigualdad y a favor la libertad de sus comprovincianos. La unión fue algo más que seguro y el amor de ambos trajo sus retoños: Manuel, Mariano, Juana y Mercedes.
Para 1809, un levantamiento en Chuquisaca produjo que el fervor de libertad naciera, a tal punto que la lucha surgió entre criollos, indígenas, y realistas (españoles), pero éste pronto fue sofocado por los ejércitos españoles y el matrimonio debió partir.
En el año 1810 las cosas comenzaban a cambiar, la revolución en Buenos Aires había prendido un sueño en todos aquellos que deseaban ser dueños de sus propias tierras, y vivir libres. Manuel y Juana eran la pareja ideal de lucha, inteligencia, destreza y delicadeza. Resistir era el camino y para esto había que unirse y forjar la lucha. Los criollos e indígenas se hicieron hermanos de la misma causa, Juana era respetada por estos a tal punto que veían en ella una madre protectora, algunos la comparaban con la Pachamama (madre tierra). Pronto su nombre comenzó a convertirse en leyenda.
Para 1813, presta fuerzas de apoyo a Miguel de Güemes, quien debía detener el avance español desde el norte del territorio. En 1814, los esposos Padilla crearon un sistema de ataque y defensa al que se le llamó “Guerra de las Repúbliquetas” en cada lugar, montaña o región es una pequeña república que responde a un jefe que actúa en su propia defensa, cada mini república es totalmente independiente.
Pero las cosas iban a empeorar, el general Pezuelas, mandó a capturar a la pareja, que por su seguridad debió separarse. Juana llevó consigo a sus hijos, y se escondieron en una zona de pantano, tan mala suerte que los niños enfermaron, y la muerte se llevó a Manuel y Mariano primero. Cuando don Manuel fue a su rescate sólo pudo traerse a Juana y a las niñas, que llegando al refugio de Valle Segura murieron las dos. Este dolor atormentó a Don Manuel y a Juana, que sin querer habían sacrificado a sus hijos. El historiador Pacho O¨Donel, hace referencia que con la muerte de sus hijos la pareja se encarnizó con los españoles.
Nuevamente en la lucha, la pareja no tendría piedad contra los asesinos de sus niños. Para agosto de 1814, Juana está embarazada y ya siente los dolores del parto. Es en plena lucha donde Luisa nace, rodeada de revolución y lucha. Juana llevaba una caja de tesoro que era botín de guerra y debía ayudar a alimentar a las tropas. Los españoles intentaron sacársela y con su hija en brazos y la otra con un sable (que le había obsequiado Manuel Belgrano), defendiendo el oro y a su hija salieron a caballo. El gobierno de Buenos Aires le otorga el cargo de Teniente Coronel (1816). Las cosas se iban poniendo cada vez más difíciles; para 1816, con un ejército de 6000 aborígenes, sitiaron Chuquisaca. Los realistas no se dejaron vencer y salieron a la lucha, esta vez se llevó la vida de Manuel Padilla, y como acto de barbarie, su cabeza fue cortada y expuesta en la plaza.
Con pocos seguidores, y sin apoyo de Buenos Aires, Juana decide volver a Salta al lado de su amigo Güemes y defender la zona norte, incansable, lucharía hasta 1821, donde Güemes muere. Desde allí regresó a Bolivia en 1825. Ese mismo año se declaró la independencia y el presidente Sucre le otorgó una pensión por los servicios que prestó por la causa.
Doña Juana murió con 82 años el 25 de mayo de 1862, olvidada de sus hazañas y su lucha fervorosa que ayudó a la libertad de los pueblos americanos. Tal vez por ser mujer, quedó sin un lugar privilegiado en la Historia, lugar que merece sin duda alguna.
La famosa obra escrita por Félix Luna y musicalizada por Ariel Ramírez recuerda a esta heroína como la Flor del Alto Perú.
Alejandro E. Salazar Peñaloza
- 10/03/2020